Opinión | A CONTRALUZ

Sin directivas

Está claro que estamos todavía muy lejos de la plena igualdad de género en el ámbito laboral; tan claro como que hay oficios que nacieron con un claro sesgo diferenciador que forman parte de su ADN. Pero no por ello hay que dar alas a un conformismo que tiene mucho que ver con los estereotipos tan profundamente arraigados.

Precisamente son estos prejuicios, muchas veces sutiles e inconscientes, los que limitan las oportunidades de las personas y tanto afectan al rendimiento y la innovación dentro de las organizaciones.

Basta dar un repaso al registro mercantil, por ejemplo, de Castellón, para saber hasta qué punto hemos avanzado en lo concerniente a la presencia femenina en las diferentes compañías y hasta qué punto la presencia de la mujer se desvanece cuando nos fijamos en los miembros de los staff. Es una realidad que, más allá de sonrojar, tendría que ser un incentivo para afrontar, con determinación, el amplio margen de mejora que aún tenemos por delante.

Sectores

Pero lo que más sorprende es que, más allá de los ámbitos tradicionales, el problema se da también con más o menos virulencia en nuevos sectores como la tecnología, la ingeniería o las finanzas. Y esto sí debiera sacarnos los colores. Algo no estaremos haciendo bien cuando vemos sobrerrepresentación femenina en áreas de apoyo, mientras que en las mesas de decisión priman los desequilibrios de género.

En este caso es mejor poner que imponer con la implementación de cuotas que, más que herramientas, son palancas que alimentan la resignación y el desconcierto. Si no cimentamos una transformación cultural profunda, que cuestione los modelos tradicionales de género, no daremos el oxígeno que necesitan las empresas para trasformar los moldes del pasado.

De otro lado, si realmente queremos fomentar entornos donde el talento y la competencia no tengan género, donde los liderazgos diversos sean valorados y donde se combata activamente la discriminación sutil que muchas veces pasa desapercibida, solo bastaría con huir de las poses de los bienquedas y creer que, realmente, el cambio es posible.

Director de Mediterráneo

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